jueves, 22 de marzo de 2012

Tras el camino

El fuerte dolor sega mis labios. El ruido entorpece mi cabeza. La oscuridad reblandece mi status. La calma quería llegar tras la dura batalla de poner en orden mis sentidos. Lo más duro es llegar a luchar con uno mismo. Entender cuales alarmas siguen en rojo y cuales verdes me han de servir para apagar las otras. Profundizar dentro de mi organismo hasta averiguar donde hay que picar, rascar y lijar hasta pulir la herida. El sendero de las lágrimas se cruza en nuestro camino acompañado del dolor, invitándonos a hacernos entender que no podemos superar la muerte de un ser querido, que nos moriríamos si nos dejara la persona amada y plasmarnos frente a nuestras narices la palabra tristeza como algo negativo. Y es así como empezamos a condicionarnos nuestra vida. Nos han educado para no soportar ni un poco de este sufrimiento que nos acecha el pensamiento. A ver siempre un túnel antes que la luz. Eso es siempre un precio demasiado alto, demasiado costoso para seguir arrastrándolo el resto de nuestros días. El dolor, la pérdida, la tristeza, el miedo, la soledad entre otras tantas son las responsables de ser lo que somos. Ellas forman parte de nuestra forma de ser y de nuestros duelos. Ellas dan lugar a la felicidad y al bienestar. Luchar para encontrar el rumbo que dejamos atrás sin importar la meta. En definitiva: Estamos hechos para buscar la felicidad. Liñán

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