viernes, 19 de agosto de 2011

EL HOMBRE QUE APESTABA A ALIENTO DE COCODRILO



Dentro de aquel pequeño habitáculo, éramos cuatro personajes, a cual más dispar. El caballo de hierro se dirigía a BlackFord, y el compartimento era ruín. Viaje nocturno en cuatro literas. Uno de ellos, justo el que dormía debajo de mí era chino o japonés, la verdad es que con esos ojos uno no sabe de donde viene. Aquel asiático temblaba todo él, y no era muy normal meterse vestido debajo del sobre. La fiebre amarilla le acompaña, pensé. En frente otro personaje con más síntomas femeninos que una propia mujer. Abría que estar alerta cuando se apagaran las luces. Y justo debajo de él, el hombre que apestaba aliento de cocodrilo en busca del oro que jamás encontrará. Unas botas de piel de este y la petaca que subía y bajaba con gran habilidad. Al apagar el candil, la mosquita empezó a pasearse por encima de mis narices atraída por la peste a whisky de aquel vaquero. Ves a saber sobre que mierda de caballo se habría posado aquel insecto. Encendería el candil, pero si lo hacía, el chino o lo que fuese se despertaría y se enfadaría pues estaba realmente bien amarillo. A la vez, supongo que descubriríamos el pijama de flores rosas del mariquita y el vaquerito beodo que dormía con las botas puestas, de ver aquello, sacaría las pistolas bajo la cama y empezaría hacer agujeros por todas partes cagándose en dios por tener un mariquita sobre su pecho. Pero yo no podía dormir con aquella mierda dando vueltas sobre mi nariz, así que encendí el candil. Odiaba la olor a queroseno. La petaca de aquel hombre se sostenía lo justo para no caerse y derramar todo el whisky por el sucio suelo de madera. Con un poco de suerte conseguiría salir de allí sin que se cayera. Bajé de la litera y aquel chino seguía temblando más rápido que el propio tren. Finalmente, de un respingo, conseguí salir de aquella cuadra, mientras la mosca se concentraba muy cerca de la luz dando vueltas y vueltas emborrachada por el whisky del hombre que apestaba a aliento de cocodrilo.

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