jueves, 15 de noviembre de 2012

Navidad


“Todos los años acaban.
 Siempre lo hacen.
Algunas noches de diciembre gris, se vestirán de frío y nieve.
Otras simplemente, pasaran.
Un hoy borrará el ayer.
Y todo volverá a ser como antes...”

jueves, 30 de agosto de 2012

LA ULTIMA CENA


Atravesar el atlántico siempre era pesado. Por muy rápido que volara un avión.

Con media hora de retraso, este se posó sobre suelo parisino, entre frío y agua, como era de esperar. Toda mi vida aquí, había trascurrido entre nubes de algodón y tristeza.

Padre no me vendría a recoger al aeropuerto. Era mayor para desplazarse solo por la capital, así que decidí alquilar un coche mientras me paseara por la comarca durante los días que estuviera aquí. Él había insistido en volver a casa, pero hubiera sido como remover la angustia del pasado. Todavía no estaba preparada para moverme por según que escenarios.

 La vida es tan rápida en actividad, que no te da tiempo a corregir secuelas.

El hotel era acogedor.  Suelo de moqueta rojo y letreros de no molestar. Albergaba poca gente y la suficiente tranquilidad que necesitaba a mi regreso. 

Llamé a padre después de una ducha de agua bien caliente. El clima aquí era siempre frío en alguna etapa del día. Aunque llegara el verano. Padre me convocó a cenar a las diez en el restaurante Grand Rex. Creo recordar que aquí se declaró a mama por primera vez. Quedaba un poco desplazado del hotel donde me hospedaba. Con la red de metro sería un momento. Él estaría a unas tres manzanas en dirección contraría a La Madeleine. No tenía mucho apetito y tras descansar un par de horas el rostro de cansancio era evidente en las bolsas bajo mis ojos.A través del espejo ninguno de los vestidos brillaban en una mujer que cada vez se hacía más mayor. Demasiado color en ellos para un lugar tan apagado. Quizás algo más glamoroso, pensé. Quizás.

 

 

 

 

La pastilla estaba sobre la mesita de noche. Esta vez no me la podía olvidar.

La hora y el lugar de la cena lo apunté en un papel justo en el momento de reservar. Solo así no me descuidaría. Últimamente la memoria me fallaba bastante. Cosas de la edad y los nervios, supongo.

 El Grand Rex era un buen restaurante de París. Lo sabía, pero no recordaba exactamente el porque lo era .Florence me había llamado por la mañana avisándome de su llegada. Me pondría mi camisa a cuadros azul. Recuerdo lo mucho que le agradaba. Hice un repaso a los platos escogidos y volví a llamar al restaurante para que no se olvidaran. Sabía cuales eran sus manjares preferidos. Un perfume de naranjas antes de salir y el abrigo me acompañaron al restaurante. Eché la mano al bolsillo para repasar la hora. A las diez había apuntado.

 Un taxi me llevaría al restaurante. Ya hacía tiempo, me resigné a no utilizar el coche por la capital. Las calles habían cambiado de nombre  incluso algunas de  sentido. A mi edad estas cosas ya cuestan de asimilar. Este último gobierno no estaba haciendo las cosas muy bien. Caminé hasta la estación de taxis, pero antes pararía en la floristería de enfrente. Se lo mucho que le gustan las flores. Margaritas eran sus preferidas. Antes de partir hacia La Madeleine pregunté al taxista que se había hecho de la floristería.

-       Hace años hubo una, pero no recuerdo ninguna otra desde entonces.

Me puse un poco nervioso. Miré otra vez el papel y le pedí un poco de prisa.

Me gustaba llegar puntual a los sitios. Que no me tuvieran que esperar. El taxista me condujo hasta una nueva floristería cerca de La Madeleine. Esta vez sí, me hice con un ramo de margaritas. Entre las columnas dos y tres me senté a su espera. No hacía falta contarlas, ya sabía cuantas la rodeaban. Todavía faltaban diez minutos. Morgane, nunca faltaba a  nuestra cita.

Lo cierto es que una vez adentro, el Grand Rex impresionaba. El comedor no estaba muy iluminado, pero cada mesa tenía su candelabro de cristal. No se si este era un restaurante apropiado para un padre y una hija, mas bien lo parecía para una pareja enamorada, como lo eran ellos dos cuando se declararon aquí.Un camarero vino a recepcionarme.

-       ¿Su nombre, demoiselle?

-       Florence.

Me llevaron a una mesa de tres cubiertos ya reservada con el nombre de padre.

Eran en punto y padre no había llegado. Empecé angustiarme, pues padre nunca había llegado tarde a una cita. Pasaron minutos y más minutos, y padre no aparecía.

El camarero se presentó, al verme sola ante un comedor que poco a poco se había quedado vacío. Ya se acercaba la hora del cierre.

-       ¿Le traigo el Vichissoise, demoiselle?

-       ¿Vichissoise?

-       Así es. En la reserva se dejó muy claro que este sería el primer plato.

Después de aquello, lo entendí todo. El Grand Rex, los tres cubiertos, incluso la hora.

-       ¿El segundo plato es Confit de pato?-pregunté-.

-       Efectivamente demoiselle.

Papa no llegaría nunca al restaurante. Pasarían las horas que hicieran falta, pero no se movería de La Madeleine. Se que  se encontraba allí.

Una gran tristeza me envolvió mientras me dirigía hacia La Madeleine. Era enorme el amor que todavía le quedaba adentro. Mama era lo más incondicional que se escondía en su corazón.Allí sentado en las escaleras con su abrigo negro esperaba interminablemente sobre el gélido frío de París.

-       ¡Padre..!

-       Al verme se le encendieron los ojos, como si hubiera salido de su estado de shock.

-       ¡Florence!....¡¡No viene!! Nunca había tardado tanto…

Todo el temblaba de desesperación.

-       ¡Padre…! No vendrá. Mama ya no vendrá jamás.

-       ¿Cómo?

Dos de sus lágrimas ya se deslizaban por sus mejillas, mientras sostenía con fuerza el ramo de  margaritas que tanto le gustaban a mama.

-       No padre. Mama ya no está.

Padre me abrazó con fuerza y con fuerza lo abracé a su Alzheimer. Los dos nos quedamos así, sentados bajo las columnas de La Madeleine, y con ella, el recuerdo de mamá y sus dulces margaritas.

 

Jesús

viernes, 6 de julio de 2012

LAS REGLAS DEL JUEGO


Otra vez más
En la montaña
El fuego avanza sobre el bosque
Una vez más
Mientras el cielo espera la llegada de las nubes
Estas, convocan entre gritos a la dulce lluvia

De nuevo
Entre los campos
El zorro corre tras la liebre
Sin faltar a la cita
El cazador carga la pólvora
Arruinando la carrera de los dos

A veces
En la silenciosa noche
La luna aparece tímida
Y el Sol espera su llegada
Posando tras los valles
Que lo esconderán hasta mañana
Liñán

jueves, 7 de junio de 2012

PASEO


La sensación de bochorno, era elevada nada mas salir del coche. El asfalto retuvo aquel día, algo más de calor. Fue como sentir, una ligera bofetada.

 Los primeros pasos fueron algo fríos, pues no tenía la seguridad hacia adonde  conducía aquella avenida.

 Cuando desconozco un lugar, trato de orientarme en un primer momento, si no lo consigo, elijo un punto de referencia.

Aquel día no lo conseguí. No me interesé por el recorrido, ni tampoco por volver. Solo deseaba, que nuestros pies circularan de un paso a otro.

Pronto desapareció la avenida de las palmeras. Mientras, el día y la noche se batían en retirada.

¿Quién daría la entrada al lucero del alba?

 Las farolas fueron las encargadas de las sombras y cuando estas se apagaran, el sol seguiría el paseo.

Los perros buscaban un corner nuevo, los gatos, las escamas plateadas. Las baldosas perdían la simetría en un intento por aguantar el transcurso de las huellas perdidas. Muchas de ellas llenas de verdades y promesas sobre las aceras grises, otras, repletas de gente vacía.

 Es una semana bonita. Es la semana de las flores. Las parejas vestían amor rojo en el rostro. Las calles estaban agarradas al color del ingenuo, la creatividad y la cultura de aquellos, que vivían el tiempo de las flores. Eso es. Es tiempo de flores. Época de primavera. Balcones, paredes y arcos en piedra inundados de color floral, mientras los adoquines descansaban el paso de los coches.

 En aquel paseo fui testigo de sus calles, agarrado a la fría mano que me acompañaba. Nuestros pasos eran lentos, auto dirigibles, casi deslizables en completa conexión. El ritmo ya no era cosa de dos, lo marcaba el puente sobre el río, el ruido de su agua al pasar, la luz de su catedral y el encierro del centro histórico.

El violín de un artista en el olvido, nos brindó unas notas en sonrisa. Una celta melodía se escapaba entre sus cuerdas. Los bares estaban repletos de almas moradas, putas, pendejos y algunas gárgolas vendidas al son del equilibrio. Así son las reglas del alcohol. Nunca estas a tiempo para poderlo mear.

El núcleo y sus estrechas calles brindaban la oportunidad  aquellos que les acompañaba siempre una Nikon. Para mí, cualquier cámara fotográfica podía esperar. Yo ya tenía mi propia instantánea. Mirarla a ella, y ver que no había posibilidad de ser otra persona.

 Me gustan los paseos con continuidad, solo interrumpidos por lo natural. Con una buena atmosfera da igual los pasos que des en adelante o hacia atrás. Lo que importa es continuar, sin importar el destino.

Al cabo del tiempo las calles quedaron atrás. La luz, el color y el bullicio se ahogaron en su propia tormenta. Solo el Parque de les Abadesas yacía tranquilo tras la vía del tren. Y allí empezó otro recorrido entre los plataneros más altos que he visto jamás. Solos, bajo  la noche que nos acompañaba. Las horas se hicieron minutos y estos, velocidad. No entiendo como el tiempo pasa tan rápido….

Pronto la vida y la ilusión se fueron por las calles repletas en flor. Se esfumó la ocasión de volar aun más allá.

Todo paseo tiene su fin.

Miré nuevamente el cielo.

Pronto, Venus desaparecerá.

martes, 29 de mayo de 2012

EL DIA QUE FUE

La noche se viste con media luna
El día empieza a caer
Ha llegado el grito del tiempo

Un negro en sus talones
Un verde en el iris
Te paraliza el miedo a perder

Estrechas calles del color de las abejas
Suenan entre sus paredes
El paso de almas malheridas
Y otras acorazadas

Nuestras sombras aun son primavera
Entre los adoquines del amor
Testigos de nosotros dos
Lo que ocurrió entre sus balcones en flor
Una historia de ron y tristeza
Aquello que pudo ser
Melancolía

viernes, 6 de abril de 2012

PIEDRA EN EL RIÑÓN

Esta minúscula piedra es una de las mayores hijas de p... que se han cruzado en mi camino. Me despertó hace setenta y dos horas  a las tres de la mañana y me llevó a urgencias con dolores mortales (gracias a Tito, Mama y Mary, sin vosotros no se que hubiera hecho). Me ha tenido noches en vilo paseando por las calles de madrugada retorciendome de dolor.
Cuando quería, se pasaba el Nolotil por el forro de los cojones, así que solo me quedaba beber y beber más agua. Toda esa agua la complementaba con infusiones de Cola de Caballo y Tomillo para limpiar, añadido a un botecito que para mí ha sido mano de santo. El rompepiedras (peperworth)un liquido asqueroso que hace maravillas.
Asi que solo me queda deciros que bebais mucha agua baja en minerales y calcio, o sabreis lo que es dolor.
liñán

martes, 3 de abril de 2012

Raíces Rotas


Solíamos leer nuestras cartas encima del tejado
Cuando más soplaba el viento.
Era el momento más dulce para tu cabello.
Se agitaba en todas direcciones.
Ahora el agua empaña el mar.

Quisiera poder cambiar algunas cosas de hoy, pero no tengo la maquina del tiempo cuando pienso que la tierra no me deja ver el suelo.
Nunca planeamos que cualquiera de los dos tuviera que marcharse.
Pero la vida es así para una chica que no puede ver el cielo bajo la copa de los árboles.

Eran solo veinte años para los dos
Planes de vida fresca entre ilusiones dentro de un Cadillac.
Un futuro camino por recorrer.

Me encuentro como una flecha rota
Tu contestador y el mensaje después de la señal no dejan de sonar tras una puerta que no se abrirá jamás.
Tras una luz que me ciega el Sol

La noche me cubre el día
Y el ocaso gana la batalla al alba
Ya nadie me podrá salvar si Tú no estas
Me perseguirá la pesadilla con sabor a veneno.

Las horas las cubro en penumbra
Y el miedo parte en dos mi felicidad
En las noches me llama el pánico sobre una almohada demasiado larga para mí.

Ya todo se acabó
Tu muerte ha vestido de tinieblas mis latidos.
Ya nunca habrá un amanecer en aquel tejado
Ahora mi oro se ha convertido en roca

Jesús Liñán

martes, 27 de marzo de 2012

Sobre una chica

La buscaba todas las tardes esperándola volver a ver. Su olor fue tal, que me dejó impregnado. Una tarde me hice amigo de ella mientras bajaba las escaleras de su casa. Llevaba unas Nike Wimbledon con la raya rosa. Yo la esperé en el último escalón. Olía a colonia fresca, la misma que la otra vez.
- Hola.
-Hola-me respondió.
- Me llamo Joan ¿y Tú?
- Cristina
- ¿Quieres que vayamos en bici?
- Bueno
- Si quieres te llevo. La mía tiene asiento de atrás. Así podrás acabarte el bocadillo.
- Vale
 Mi bicicleta era una Orbea color marrón con el asiento de muelle para amortiguar los baches. El asiento de atrás era de hierro y más bien servía para llevar paquetes, pero funcionaba con Cristina. Bocadillo en mano, me cogió de la cintura mientras pedaleaba. Nos dirigimos durante todo el camino de tierra entre plataneros hasta llegar al cruce. El cruce, era el lugar donde se acababa el camino. Mi madre no me dejaba pasar de allí, en aquel punto el camino conectaba con otro mayor cubierto de asfalto que se dirigía a la carretera. Allí pasaban los coches, aunque no muchos. Aparqué la bicicleta en el cruce, lanzándola al suelo como solía hacer. Me senté junto a ella mientras Cristina mordía el bocadillo de Nocilla. - ¿Quieres un bocado?
- Si, me gusta la Nocilla.
- Vives en la casa de al lado ¿verdad?
- Si. Soy nuevo aquí. Es la segunda vez que vengo.
-No se porque, pero me dio vergüenza decir aquello.
- ¿Y de donde vienes? - De muy lejos. De un sitio que se llama Sentmenat
- ¿Y donde esta eso? - Por allí-le dije señalando las montañas
- ¿Me dejas dar una vuelta en tu bici?
- Si, pero ten cuidado. El freno de adelante es el de la izquierda.
- Vale. Voy hasta mi casa y vuelvo.
- ¿Qué no tienes bici?
- Si, pero ahora la tiene mi hermana, y hasta que no acabe no me toca a mí.
- Ahh.
 Cristina cogió la bicicleta mientras yo le aguantaba el bocadillo. Zigzagueaba el volante con gran dificultad. Algunos baches casi la hacen caer pero hasta donde pude ver, seguía encima de esta. Al poco rato volvió aparecer con algo de polvo en la falda y la camiseta. - Me he caído, pero no me ha pasado nada- dijo sacudiéndose el polvo de encima.
- ¿Por qué te has caído?
- Porque se me ha cruzado un gato. Al fondo una voz gritaba repetidamente el nombre de Cristina
- Tengo que irme. Mi madre me llama. Luego te picaré ¿vale? Jugaremos al bote-bote.
- Vale.
 Aquella vez no nos dijimos adiós, pero ahora Cristina Y Yo compartimos algo más que una bicicleta. Los dos tenemos dos hijos en común y el camino de plataneros ya no es de tierra. Ya tiene asfalto. Cristina ya tiene bicicleta y es de marchas, aunque sigue siendo un tanto patosa. Mis hijos tienen una cada uno pero apenas las utilizan y cuando lo hacen se pelean por la misma. No saben lo que es compartir. Lo mismo les ocurre con las “PSP”. No existe aquello de “una partida cada uno”.Ni siquiera se pasan el bocadillo de Nocilla cuando solo muerde uno. Quizás algún día Cristina les explicará lo que era el bote-bote.