La
sensación de bochorno, era elevada nada mas salir del coche. El asfalto retuvo
aquel día, algo más de calor. Fue como sentir, una ligera bofetada.
Los primeros pasos fueron algo fríos, pues no
tenía la seguridad hacia adonde conducía
aquella avenida.
Cuando desconozco un lugar, trato de
orientarme en un primer momento, si no lo consigo, elijo un punto de
referencia.
Aquel día no lo conseguí. No me
interesé por el recorrido, ni tampoco por volver. Solo deseaba, que nuestros
pies circularan de un paso a otro.
Pronto desapareció la avenida de las
palmeras. Mientras, el día y la noche se batían en retirada.
¿Quién daría la entrada al lucero del
alba?
Las farolas fueron las encargadas de las
sombras y cuando estas se apagaran, el sol seguiría el paseo.
Los perros buscaban un corner nuevo,
los gatos, las escamas plateadas. Las baldosas perdían la simetría en un
intento por aguantar el transcurso de las huellas perdidas. Muchas de ellas
llenas de verdades y promesas sobre las aceras grises, otras, repletas de gente
vacía.
Es una semana bonita. Es la semana de las
flores. Las parejas vestían amor rojo en el rostro. Las calles estaban
agarradas al color del ingenuo, la creatividad y la cultura de aquellos, que
vivían el tiempo de las flores. Eso es. Es tiempo de flores. Época de
primavera. Balcones, paredes y arcos en piedra inundados de color floral,
mientras los adoquines descansaban el paso de los coches.
En
aquel paseo fui testigo de sus calles, agarrado a la fría mano que me acompañaba.
Nuestros pasos eran lentos, auto dirigibles, casi deslizables en completa
conexión. El ritmo ya no era cosa de dos, lo marcaba el puente sobre el río, el
ruido de su agua al pasar, la luz de su catedral y el encierro del centro
histórico.
El violín de un artista en el olvido,
nos brindó unas notas en sonrisa. Una celta melodía se escapaba entre sus
cuerdas. Los bares estaban repletos de almas moradas, putas, pendejos y algunas
gárgolas vendidas al son del equilibrio. Así son las reglas del alcohol. Nunca
estas a tiempo para poderlo mear.
El núcleo y sus estrechas calles
brindaban la oportunidad aquellos que
les acompañaba siempre una Nikon. Para mí, cualquier cámara fotográfica podía
esperar. Yo ya tenía mi propia instantánea. Mirarla a ella, y ver que no había posibilidad
de ser otra persona.
Me gustan los paseos con continuidad, solo
interrumpidos por lo natural. Con una buena atmosfera da igual los pasos que
des en adelante o hacia atrás. Lo que importa es continuar, sin importar el
destino.
Al cabo del tiempo las calles quedaron
atrás. La luz, el color y el bullicio se ahogaron en su propia tormenta. Solo
el Parque de les Abadesas yacía tranquilo tras la vía del tren. Y allí empezó
otro recorrido entre los plataneros más altos que he visto jamás. Solos, bajo la noche que nos acompañaba. Las horas se
hicieron minutos y estos, velocidad. No entiendo como el tiempo pasa tan rápido….
Pronto la vida y la ilusión se fueron
por las calles repletas en flor. Se esfumó la ocasión de volar aun más allá.
Todo paseo tiene su fin.
Miré nuevamente el cielo.
Pronto, Venus desaparecerá.
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