viernes, 30 de septiembre de 2011

Le Grace


En el dietario imantado de la nevera advertía a Leaf que no comeríamos juntos al mediodía. Sin más detalles atravesé la puerta camino de Las Agujas.
El trayecto a pie me llevaría unas tres horas a paso ligero. Desde casa hasta el puente que atravesaba el Rec, se comprendía una pequeña avenida arropada de plataneros y campos de trigo a una banda. A la otra, una hilera de casas apareadas todas ellas blancas. Una vez atravesado el Rec, el asfalto desaparecía dando paso al GR5, un camino rural que poco a poco iba ascendiendo hasta el lago Moine. Había otros senderos que llegaban hasta allí desde otros puntos del Montseny Espacie, pero no eran tan directos como el GR5. El Espacie era una sierra con muchas bifurcaciones, y sin grandes conocimientos del terreno era muy fácil perderse, sobretodo al anochecer. En el primer tramo, la pendiente del GR5 era muy pronunciada, los endrinos y escaramujos dominaban la categoría de arbustos, pero a medida que iba ascendiendo el camino la pendiente suavizaba, dando paso a los rosales silvestres y espinos blancos.
Al llegar al mirador me detuve para refrescarme un poco y dar descanso a mis piernas. ¡Aquel primer tramo me había dejado agotada! Desde allí se podía contemplar Le Grace en su plenitud, de norte a sur y de este a oeste. Todo un valle con el Monte Negro al frente. No es que fuera un gran pueblo en cuanto a servicios y extensión, pero su situación geográfica era inmejorable, allí, en la falda del Espacie y Las Agujas. Aquel había sido el pueblo que me había visto nacer, entre momentos llenos de felicidad y otros de tristeza, como cuando se fue abuelo. Mis largos paseos invernales entre los prados que rodeaban el Rec.
Durante las noches de verano, Evelyn, los chicos y yo, seguíamos el camino hasta el Monte Negro, en busca de la masía empedrada que yacía abandonada paralela al afluente que desembocada en el Rec. Ascendíamos al pajar de arriba por la escalera de piedra, y entre los haces de paja, nos tumbábamos abiertos a la luna entre futuras historias de felicidad que no se cumplirían nunca y que eran producto de la ilusionada adolescencia que nos perseguía. Todo aquello poco a poco se convertía en un recuerdo imborrable que me unía cada vez más a Le Grace, sin posibilidad de desprenderme de él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario