LOS DIEZ DESEOS

Después de viajar a Islandia en mis sueños, el despertador me hizo volver a la realidad. Era hora de levantarse e ir a trabajar. Desayuné leche con tostadas mientras veía en las noticias de la tres, la petición del President de la Generalitat en convertir Cataluña en una nación Independiente. “Que la suerte te acompañe Artur” –pensé. Tras la ventana, el día se despertaba encapotado, con nubes negras que amenazaban con quedarse aquí. Saqué el paraguas y una chaqueta, pero las primeras gotas no se veían y el clima no era mas frío que un día de primavera. ¡Y estábamos en invierno! Me olvidaba que en la Tierra seguía la contaminación de CO2. El efecto invernadero. Mi señora, era más madrugadora, y sobre las seis de la mañana, ya se desplazaba a la oficina en busca de su fiel amigo. El teléfono. En él, se basaba gran parte de su trabajo. Ayudar a otros, a solucionar sus problemas con la justicia. Llegaba a casa hecha un saco de nervios, explicándome las irracionalidades de unos y otros. De hombres y mujeres que no se respetaban en la legalidad de las custodias compartidas después de la separación, y mientras, mis deseos en poder tener una niña, seguían esperando. No había forma de engendrar aquella mujer. Quizás, el género no era de buena calidad. En el fondo, todos teníamos problemas de alguna forma u otra, muchos de los cuales, se escondían en el buzón de uno al recibir tantas y tantas facturas, entre ellas, la dichosa contribución. Puntual todos los años. Seguramente, parte de mis problemas se solucionarían con el dinero suficiente para dejar de trabajar y dar fin a la hipoteca y al sinfín de facturas que nos esclavizada a Maria y a mí. Tenerla siempre en casa, poder finalizar mi libro sobre la teoría del planeta Zug y rodar la película que me diera el estrellazo en Hollywood. “Zug, El único planeta con vida del Sistema Solar”. Un buen titulo para una película. Aquí, se acabarían mis problemas, aunque pensándolo bien…. ¿Qué aburrido vivir en la Tierra si todo funcionara bien, no?